Management Cuántico
En las ciencias llamadas duras o exactas se celebra siempre el advenimiento de nuevas teorías que intentan explicar la complejidad del Universo a medida que el descubrimiento de fenómenos desconocidos empujan las fronteras del conocimiento. Resulta común citar el genio de Newton en el Siglo XVII y cómo sus leyes de física fueron perfeccionadas por Einstein en el Siglo XX. Pero también, casi en paralelo hace cien años, físicos como Planck, de Broglie, Schrödinger y Bohr desarrollaron teorías sobre la mecánica cuántica que dice relación con los comportamientos físicos de partículas atómicas y subatómicas, que escapan a las leyes de Newton y Einstein. Si un aficionado a la astronomía puede deslumbrar a su audiencia prediciendo el movimiento de los planetas y los eclipses con las ecuaciones de Newton, ya no podría hablar de los lentes gravitacionales en la observación de galaxias sin recurrir a Einstein. Y si hablamos de un gato cuya vida depende de la descomposición aleatoria de un átomo radiactivo (el famoso Gato de Schrödinger), ni Newton ni Einstein han logrado lidiar con una realidad que es y no es a la vez.
Por interesante que resulte el tema, el propósito de ese texto no está en ilustrarlos sobre la física, que tampoco es mi campo de predilección, sino reflexionar sobre la evolución del management en un mundo cada año más complejo e incierto. La metáfora aquí es que los ejecutivos manejan generalmente bien los conceptos newtonianos, los más avanzados dominan las técnicas einsteinianas, pero muy pocos alcanzan el nivel cuántico de management. ¿Y cual sería ése?
Nuestra realidad física sólo se manifiesta bajo la mirada de un observador en el momento presente, y cuando más gruesa es la información que manejamos, más concreta nos parece ser, a tal punto que la damos por cierta en el pasado y en el futuro. Por ejemplo, si vemos las estadísticas de uso de Smartphones en la población mundial, consideramos que esos aparatos y toda la tecnología que los acompaña para que funcionen, constituyen un dato seguro, sobre el cual podemos construir el desarrollo de un negocio, una aplicación o un comercio digital. Ésa sería la visión newtoniana del management, la de los grandes cuerpos. A medida que incorporamos más elementos de definición de una realidad, aumentamos la complejidad por un lado y la incertidumbre por otro lado. Los Smartphones consumen energía que obtienen de baterías fabricadas con componentes finitos, necesitan redes de transmisión abundantes y veloces, un marco legal para los contenidos, la privacidad y la seguridad de datos y un gran número de variables que deben concurrir para que la tecnología funcione, pero debe haber también personas individuales que a cada momento enciendan su celular y lo incorporen a su vida. Lo que aparenta funcionar en el mundo newtoniano se sostiene en realidad gracias a la profundidad de la relación entre energía y materia que pertenece al ámbito einsteiniano. Los managers de alto vuelo disponen entonces de datos sobre la disponibilidad futura de tierras raras baratas, indispensables en la fabricación de componentes de los Smartphones y estudios profundizados sobre el comportamiento de los usuarios, extraídos de los análisis de los Big Data mediante inteligencia artificial. Y probablemente centenares de variables adicionales que ni sospechamos.
Basta con imaginar el aumento exponencial de información a nuestra disposición para entender que el nivel de complejidad ya superó la capacidad de procesamiento de las mentes más brillantes, razón por la cual, en buenos seres humanos, debemos recurrir a la ayuda tecnológica que, en el pasado, se llamó rueda y ahora se llama inteligencia artificial. La capacidad de procesar datos a gran velocidad y a unir los puntos es lo que define la inteligencia. ¿Pero es eso que define al ser humano como ser inteligente? Sabemos que no. A mediados de los años 1990, Daniel Goleman acuñó el término de Inteligencia Emocional, probablemente en reacción a los excesos de la década anterior, ilustrados con libros como En busca de la Excelencia de Peters y Waterman (1982). Con los años, estamos viendo como las teorías alcanzan sus límites y llaman a definir nuevos paradigmas para administrar la realidad.
Llegamos finalmente al Management Cuántico. Si extrapolaron que se trata de una gerencia para supercerebros ayudados con computadoras cuánticas, no pueden estar más equivocados. La culminación del manejo de la información infinita radica simplemente en la mirada del observador en el momento presente y la técnica es la meditación. Obviamente los defensores de Newton y de Einstein ya se defienden diciendo que "Dios no juega a los dados con el Universo", sin embargo, pueden prepararse para conocer un mundo nuevo donde los comportamientos sicopáticos, el estrés, el alcohol o la droga ya no son asociados con las altas responsabilidades. Una buena formación académica y buena experiencia en el rubro de expertise siguen siendo claves, al igual que el manejo de los códigos humanos y corporativos, sin embargo, el proceso de decisión que es la fuente del estrés por la ansiedad que genera, puede volverse cuántico en un estado de Mindfulness, o como prefiero llamarlo de Pointfulness (www.pointfulness.com). El fundamento que respalda esa afirmación, más allá de los estudios que se han hecho sobre las bondades de la meditación, radica en que son nuestra propia conciencia observadora y nuestro propio cerebro los que extraen la realidad que percibimos desde la sopa cuántica, son ellos que desde siempre arman las piezas del Lego desde la caja donde están revueltas.
La Mecánica Cuántica fue una revolución en el ámbito de la Física porque tiene aun más preguntas que respuestas y los mejores científicos del mundo siguen buscando la unificación entre las leyes que rigen el mundo subatómico y el mundo material, la famosa Teoría del Todo. Los físicos del siglo anterior que la desestimaron murieron en la ignorancia y el olvido, y aquellos que la adoptaron hicieron grandes avances en la comprensión del Universo y de la materia. Henry Ford fue un héroe de su tiempo, pero ningún manager moderno podría volver a aplicar sus métodos o su trato con la clientela. Los grandes capitanes de industrias actuales no pueden competir con las condiciones de producción de dictaduras o de países pobres y tienen que deslocalizar, trapeando el piso con los principios y valores que dicen defender en sus países de origen. La aplicación de la razón y de la inteligencia material para calificarla de alguna forma puede ir en contra de lo que podríamos llamar el Bien porque opera en un universo restringido, cerrado, discreto (en el sentido matemático). Muchas veces, las soluciones que se exigen ahora, precisamente en la persecución del Bien (por relativo y subjetivo que sea, no lo discutiré acá), no se encuentran en el marco teórico actual y se necesita un salto cuántico (pun intended). El Management Cuántico abre el campo al infinito y asegura dos resultados : 1) la solución se ajustará a la realidad y 2) la solución se adecuará al Bien.
Para detallar estos últimos puntos, necesitaría entrar en consideraciones que me tomaron un libro para plasmarlas (Vida Singular y el Triángulo de las Ilusiones, 2015, Legatum Editores). Se puede resumir el punto considerando que al trabajar exclusivamente sobre una realidad libre de ilusiones, la solución que emerge se encuentra ipso facto apegada a la realidad. En relación a la bondad, la realidad que fluye en el Presente representa el Bien a contrario de las Ilusiones que apartan la plena conciencia de esa realidad. Y aquí encontramos un punto crucial que garantiza la sinceridad y la honestidad del Management Cuántico : No se puede fingir. Nada de newtonianos disfrazado de cuánticos en los salones. Es una nueva generación con nuevas habilidades que pasará a jubilar a la generación anterior simplemente porque tomará mejores decisiones con cuerpos libres de estrés y mentes despejadas para atender en un cien por ciento los problemas que surjan mientras que los managers old school estarán abrumados por la complejidad e intentando anestesiar los dolores de una mente saturadas.
Mencioné al principio que la técnica es la meditación, y es a la vez verdadero y falso. Que la llame técnica presta a confusión con algún conocimiento que pueda adquirir, tomar un curso y obtener el certificado de "manager cuántico". Es probable que no sea tan así. Deshacerse del poder de la mente que crea todas nuestras ilusiones sobre nuestro Pasado, nuestro Futuro y nuestro Ego, que determina nuestros apegos y distrae nuestra energía de la vida real para lograr concentrarse en el Presente y entregarse a la realidad que fluye no se obtiene con un seminario de una semana en Katmandú. Es un cambio completo de perspectiva sobre la vida y como dice muy justamente e irónicamente Eckard Tolle : "Es poco probable para un exitoso trader de Wall Street llegar a la iluminación, salvo que llegue a pasar primero un tiempo en prisión". Entonces, ¿quiénes serán los managers cuánticos? Probablemente los jóvenes que verán la necesidad de un cambio de perspectiva y confiarán en las enseñanzas de conocimientos milenarios, aquellos que habiendo tocado fondo con el modelo de vida actual se levantarán sobre la tierra firme y no sobre ilusiones y quizás algunos más viejos con la plasticidad mental aun suficiente para dejar los apegos e iniciar un nuevo viaje. Y para aquellos que temen que los directorios se vayan a llenar de hare krishnas y de yoguis en sari, pues, no teman, hace tiempo que soy uno de ellos y nadie lo ha notado por la apariencia.
Cuando el destacado novelista, aventurero y político francés del siglo XX, André Malraux lanzó su famosa frase : "El Siglo XXI será espiritual o no será", no se refería a la religiosidad sino a la espiritualidad como fundamento de la sociedad. Quiero interpretar esa frase con la cual crecí como la visión de los límites de un mundo material y racional a ultranza que se ahoga en sus ilusiones de riqueza y progreso. La espiritualidad no consiste en vivir en un mundo de ángeles y cánticos sino que de poder mirar nuestra realidad humana desde una perspectiva más alta, el punto de vista de los dioses en el pasado, y ahora desde nuestra propia conciencia pura, libre de la mente. Por eso, confío en que existe una revolución hacía adelante y no hacía atrás, y que las soluciones se encuentran donde tenemos que aprender a mirar.